En 1905 inicia su amistad con la extraordinaria Carmen de Burgos (Colombine). Venida de Almería con una hija pequeña, tras un matrimonio fracasado, intentaba en este tiempo abrirse camino en el mundo del periodismo y de la literatura dominado por los hombres. Mujer extrovertida, y divertida, muy atractiva –amante, entre otros, de Blasco Ibáñez–, oportunista y manipuladora, creó un Salón, al estilo francés, que pronto se hizo popular en Madrid. Dedicada en cuerpo y alma a la crianza de su hija Maruja, que desde la infancia formaba parte del Salón, compatibilizó su trabajo como maestra con la literatura. A Cansinos, que tenía quince años menos que ella y le gustaban las mujeres maduras, le fascinaba y pronto se convirtió en un asiduo de su tertulia, donde alternaba con Vicente Casanova, Violeta –que escribía en El País–, Ceferino R. Avecilla, Caballero de Puga, Carmen Blanco, entre otros. Por supuesto era un Salón antimodernista.
La novela de un literato. Capítulo: «El salón de Colombine».