Premio Chirrel

Le conceden el premio de la Real Academia "Castillo de Chirel", dotado con 2.000 pesetas (12,00 €), por su labor de crítica literaria. 

Previamente se había celebrado una sesión borrascosa en la Real Academia de la Lengua entre liberales y reaccionarios, con insultos incluidos, cuando se discutió la concesión del Premio Chirel de 1925 a Rafael Cansinos Assens por su labor crítica. Concha Espina había sido la inspiradora de la concesión del premio a Cansinos, y estaba apoyada dentro de la Academia por Serafín Álvarez Quintero, Julio Casares y Jacinto Octavio Picón. El origen de la disputa era que Antonio Maura argüía que Cansinos, que acababa de publicar Las luminarias de Janucá, era judío de raza y de religión, y él consideraba improcedente conceder a un autor judío ese Premio Chirel, instituido por una persona de sentimientos católicos tan arraigados como el difunto barón de ese título. El debate se registro durante meses y la concesión del premio se aplazó una sesión tras otra.

Julio Casares citó a Cansinos en su despacho y obtuvo de él una declaración verbal en la que, reconociéndose de origen judío ("como español, seguro que tendré mi tanto por ciento de sangre judía y morisca en mis venas, como usted mismo…"), se declaró no confesional. A la pregunta "¿Es usted católico?", Cansinos respondió: "Oficialmente, sí… Tengo a su disposición mi partida de bautismo y si quiere usted, puedo mostrársela…". Con la total oposición de Maura, en la sesión siguiente quedó aprobada la concesión del Premio Chirel a RCA. Emilio Gutiérrez-Gamero se lo comunicó por teléfono a Cansinos y le invitó a cenar con él en el Casino de Madrid, donde conoció con detalle el delirante contenido de las discusiones de la Real Academia.

No fue un asunto menor para el escritor. Las 2.000 pesetas equivalían a casi 14 meses de su sueldo en La Correspondencia de España.

Año
1925
Fecha
18 de junio
Procedencia

Sale en toda la Prensa del día 19 de junio de 1925. La Correspondencia de España, La Libertad, El Sol, etc.

La novela de un literato tiene dedicado un capítulo integro a este asunto: “Alboroto en la Academia”.